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Análisis sobre la inclusión de la violencia en la política colombiana (página 2)



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La adopción de la lucha armada, como estrategia de acción política, estuvieron más asociados a la influencia y al entusiasmo despertado por la Revolución Cubana en los círculos universitarios e intelectuales, convertida en paradigma y emblema de la búsqueda de alternativas de cambio y de justicia social. Del seno de las universidades públicas (La Nacional, la UIS) surgirían alguno de los primeros núcleos rebeldes que alimentaron la formación de grupos insurgentes como el MOEC (Movimiento Obrero Estudiantil Campesino) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), así como el Frente Unido creado por Camilo Torres Restrepo. (Álvarez, 2002: 168).

La desesperación política que existía en estos grupos estudiantiles, y la idea de un nuevo cambio social, produjeron estos grupos armados que aun hoy repercuten en nuestra historia.

La violencia política ostentada sobre la población civil, más en las universidades, toma un nuevo matiz. Con la aparición de nuevos grupos paramilitares como las AUC (Auto defensas Unidas de Colombia) cofradías creadas por terratenientes, empresarios y políticos a quienes las guerrillas del ala izquierda perseguían. La violencia se hizo más degenerada puesto que la propagación del terror se hiso más fuerte.

Los asesinatos de personajes como activistas políticos, defensores de los DD.HH, candidatos políticos, profesores y estudiantes universitarios se hicieron frecuentes en la población civil. Las universidades colombianas recibieron golpes nefastos difundiéndose en sus campus el terror, el horror de la guerra política que existía entre los tres ejes principales que conformaban el conflicto político, las guerrillas, los paramilitares y el Estado. Quien más expone los episodios ocurridos contra las universidades, como población civil es el profesor Adolfo Álvarez, citado anteriormente, pues él argumenta:

La universidad viene siendo el blanco de ataques injustificados, llenos de barbarie que han golpeado su ethos intelectual. Por ejemplo los hechos acaecidos en la Universidad de Antioquia, como la puesta de una bomba en uno de sus edificaciones y el vil asesinato de su profesor Hernán Henao, la desaparición y posterior asesinato del profesor Darío Betancur de la Universidad Pedagógica Nacional y el vil asesinato de Jesús A, Bejarano en los predios de la Universidad Nacional, son hechos inéditos que han colocado a la comunidad universitaria como blanco de los actores armados del conflicto. – continua argumentando – pero igualmente los reiterados hechos de violencia, por ejemplo, en la Universidad del Valle, incluyendo la destrucción de sus bienes y la quema de una de sus oficinas, los bloqueos y los hechos de fuerza para impedir la normalidad académica, pretendiéndolos justificar con base en la denuncia de las políticas públicas o en defensa de la universidad. (Álvarez, 2002: 174-175)

La Universidad del Atlántico también fue un blanco del paramilitarismo. En esta institución se llevaron a cabo los asesinatos de profesores, estudiantes, directivos, y empleados. En esta universidad fueron asesinados 8 estudiantes y 11 profesores. Dos de los casos más notables son los asesinatos de los profesores Alfredo Castro Haydar el cual ocurrió el cinco de octubre de 2000 y el del profesor y abogado Luis Meza Almanza el 26 de agosto del 2000.

Uno de los casos que más conmoción ha causado aun con el pasar del tiempo fue el incidente que se presentó en el complejo deportivo de esta institución. La eventualidad en la que se vieron involucrados varios estudiantes de esa universidad ocurrió el 24 de octubre del 2006 en el que lamentablemente perdieron la vida cuatro estudiantes.

Todos estos sucesos ocurridos que se hallan detallados en esta exposición lamentablemente hacen parte de la historia política nacional, historia en la que el carácter y el impacto de la violencia política en la población civil colombiana adquieren la mayor fuerza y el papel protagonista de toda esta historia de la violencia política en Colombia.

Los grupos insurgentes contemporáneos y su papel en la política.

Para este capítulo que se antepone al anterior me enfocaré a analizar el papel en el campo político de los grupos insurgentes y violentos de hoy.

La época en la que nos ha tocado vivir, si bien ha sido diferente lo es en un punto temporal, su esencia es igual a la de los tiempos anteriores donde el fanatismo político era acompañado por la acción violenta. Justo en esta época el fenómeno aún sigue vigente, éste no ha desistido puesto que siempre hemos estado haciendo política con sangre.

Los grupos insurgentes de hoy como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) han buscado por medio de las armas derrotar al Estado colombiano actual y por ende hacerse al poder. Cada uno de estos grupos se ha injertado a la violencia con el propósito de buscar un nuevo cambio político.

Para la mala suerte de la Colombia de hoy tanto las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) han justificado el uso de la violencia con el fin de lograr sus objetivos políticos. Así está constituido puesto que "cada grupo se auto justifica buscando vencer con el poder de las armas más que convencer con las ideas" (Castro, 2005: 10). Esto no ha hecho otra cosa que generar más males por causa de buscar y hacer nuevamente política con violencia.

Es lógico pensar que el conflicto de hoy, el cual se ha desplegado desde las selvas hasta las ciudades también tiene su origen y evolución en la empresa política colombiana.

La insurgencia teniendo sus orígenes en los campus universitarios para la década de los sesentas, desde sus inicios, estos grupos radicales se enfocaron en una sola idea, derrotar al Estado oficial para buscar un nuevo cambio social con políticas justas. No teniendo otro camino que la vía armada, camino que les mostraba todas las garantías pertinentes para combatir a su enemigo el Estado, ese gran monstro al que Hobbes llamó Leviatán.

Después de la década de 1980 el paisaje geográfico, social y político colombiano cambia radicalmente, ello es así porque fue en estos tiempos cuando "las guerrillas empiezan a formar parte del paisaje. Ocupan regiones sobre las cuales el Estado no ejerce sino un control de los más precarios y donde, guerrilla o no, una cierta violencia es considerada ineludible. (Pécaut, 2002: 46).

Con las insurgencias, los grupos de autodefensas campesinas, los bandoleros, los terroristas, los guerrilleros, llámeseles a estas organizaciones con cualquiera de estos calificativos, dispersas por la mayor parte del territorio nacional, el conflicto de carácter político no ha hecho otra cosa que extenderse de la misma manera que se extendió el conflicto bipartidista en el pasado.

El caso está en que hoy tanto las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) cuentan con su presencia en gran parte del territorio nacional. Han desplegado sus tropas a los lugares donde el Estado solo ejerce presencia de forma muy efímera e incluso, hasta las poblaciones como veredas, municipios, y ciudades, son blancos de atentados terroristas en los que se ha justificado el uso de la violencia y el terror como un objetivo político. La cuestión es que ya las ciudades no están seguras pues el conflicto armado ha traspasado sus muros.

Este planteamiento es aceptado porque la insurgencia, en especial las FARC, se han ensañado en combatir al Estado en las ciudades sin medir los efectos que acarrea tal causa. Con respecto a este problema la profesora Cecilia Castro argumenta:

La guerrilla libra la guerra contra las ciudades, la infraestructura, la economía en general, con más secuestros y chantajes. Su acción busca causar el gran impacto en las instituciones del país como lo demuestra el ataque durante la posición del primer mandatario, Álvaro Uribe Vélez, el siete de agosto del 2002. Irónicamente, el acto terrorista del autodenominado "ejercito del pueblo", causó la muerte de una veintena de personas en uno de los barrios más pobres de Bogotá. (Castro, 2005: 16)

El atentado del 7 de agosto del año 2002 muestra claramente que esta guerrilla no ha hecho otra cosa que atropellar a la población civil. La urbanidad colombiana se ha visto golpeada por la barbarie de este grupo insurgente, este fenómeno muestra la barbaridad de la que se encuentra compuesta la empresa política de hoy. El ideal político del colombiano, desde siempre ha sido el mismo, hacer política con sangre.

Analizando, el papel de los grupos violentos de hoy (FARC, ELN, etc.) para con la política es casi el mismo papel que tenían los partidos políticos tradicionales en el pasado, siendo que hoy los catálogos de violentos no los poseen ni el partido Liberal ni el partido Conservador, hoy este rol lo posee primero, la insurgencia y segundo, el Estado.

Todo este fenómeno de los grupos insurgentes no solo la violencia sino el terror que se ha desprendido de éstos son y seguirán siendo los papeles de estas organizaciones armadas en la política colombiana, pero no olvidemos las características más resaltadas en estos grupos. Me refiero a "el más alto índice de secuestros, la sistemática voladura de oleoductos" (Cobo, 2005: 27), incluyendo los crímenes de lesa humanidad.

Nuestro conflicto, tenemos que identificarlo como un conflicto político puesto que las distintas organizaciones armadas protagonistas de la guerra se han enfrentado por un ideal político en el caso de la insurgencia llegar al poder para reorganizar al Estado con un sistema de políticas sociales que beneficien al campesinado, mientras que el Estado lucha por mantener sus políticas capitalista que siempre lo han caracterizado. Resaltando, nuestro conflicto tiene el mismo tono que los conflictos anteriores, todo se ha dado a raíz de ideales sumamente políticos.

Teniendo en cuenta el papel que juega la insurgencia colombiana para con la política hemos visto que la violencia actual se es de la mano violencia política. El papel de la insurgencia en conflicto actual es el mismo ideal belicoso que el de los grupos violentos del pasado. Entre sus ideologías solo se plasma la idea de hacer política con sangre de llegar al poder por medio de los catos violentos que se patrocinan día a día.

El conflicto que se mantiene entre el Estado y estos grupos insurgentes han perturbado nuevamente a la nación, ya son cincuenta años donde los fusiles no se han callado a pesar de algunas negociaciones que han hechos algunos gobiernos con las guerrillas liberales pero, que nunca han llegado a nada y por esos motivos es que aún se mantiene dicho conflicto en las entrañas de Colombia.

Cada uno de estos grupo ha auto justificado la implementación de la violencia como la única vía por medio de la cual pueden hacerse al poder, por este motivo es que aún hoy mantienen presente el mismo objetivo de conquistar al Estado por la vía armada.

Segunda parte

Perspectivas filosófico-políticas sobre el fenómeno político-violento en Colombia

  • El iusnaturalismo y la violencia política en Colombia

Con respecto a la violencia, los principales teóricos del iusnaturalismo han expuesto sus teorías y posiciones filosóficas acerca del llamado estado Natural, estado en el que no hay tribunales ni contratos sociales que regulen las vidas sociales de los hombres y que eviten las transgresiones entre ellos.

El estado de Naturaleza, como usualmente le hemos conocido al estado en el que se hallan los hombres libres sin leyes que los neutralicen se hacen evidentes un sin número de incidentes que amenazan la existencia mortal de dichos individuos. Ello se debe a que en dicho estado no habiendo ni leyes, ni tribunales, y ninguna especie de contrato que los atemorice, fácilmente entrándose en una especie de anarquía los hombres ingresan en una guerra de todos contra todos.

Tomas Hobbes, uno de los filósofos más influyentes en el campo de la filosofía política moderna se refiere al estado natural como el estado en el que la guerra no cesa debido a que en los hombres siempre está la voluntad de batallar. En relación, Hobbes argumenta:

Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos. Porque la guerra no consiste solamente en batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el lapso de tiempo en que la voluntad de luchar se manifiesta de modo suficiente. (Hobbes, 2007: 125)

Ahora, cabe preguntarnos, ¿Por qué esa voluntad en los hombres de batallar? La respuesta es sencilla, por las necesidades que se les presentan, y un ejemplo claro es hacer valer sus facultades, las cuales les ha otorgado la misma naturaleza y que por ser éstos otorgados por la naturaleza son inalienables. Tales potestades son el de preservar su seguridad, su dignidad, sobre todo su vida.

El estado de Naturaleza hobbesiano muestra una violencia infalible en la que viven los hombres que asociados al derecho del más fuerte hacen todo en cuanto le dicte su sinrazón. La violencia que se desprende de este estado es una verdadera hecatombe, pues la guerra de todos contra todos en dicho estado es inminente, de allí que Hobbes consideró la idea de ceder todo los derechos a un solo hombre (Estado) con tal de que éste vele por la seguridad de los demás.

En el estado Natural de John Locke al igual que en el de Hobbes, el hombre también es juez del mismo hombre. Pues es allí donde el hombre ejerce el poder natural para juzgar al otro.

Aunque el estado Natural que Locke propone es distinto al de Hobbes y al de J.J. Rousseau, igual Locke muestra que el hombre hace justicia por su cuenta, con sus propias manos con tal de defender la ley natural.

En el estado de Naturaleza de Locke podemos ver que los hombres pueden ejercer la violencia con tal de castigar al otro, a ese que transgrede no solo la ley natural sino que por cometer alguna falta grave la vida de la víctima depende única y exclusivamente del victimario la cual puede castigar severamente a éste con tal de hacerlo pagar por los males causados, disponiendo así la arbitrariedad y la vehemencia de su propio juicio.

En un estado Natural no existen leyes, excepto las naturales, no hay tribunales dispuestos a solucionar los pleitos que se presentan entre los hombres, excepto los juicios arbitrarios que se dan en tal estado de acuerdo con los planteamientos de Locke. Con a lo anterior, Locke argumenta:

En el estado de naturaleza (…) no dudo que se objete que hubiera sinrazón en que los hombres fueran jueces en su propio caso, pues el amor propio les hace parciales en lo suyo y de sus amigos, y, por otra parte, la inclinación aviesa, ira y venganza les llevaría al exceso en castigo ajeno, de lo que solo confusión y desorden podría seguirse. (Locke, 2011: 8)

Para Locke en un Estado natural solo hay confusión y desorden, en Colombia hay libertad y orden pero, ¿cuál es la diferencia? Que nuestro Estado, sólidamente constituido bajo un contrato social que nosotros le hemos denominado Constitución Política, seguimos cometiendo faltas que solo se toleran en un estado natural, un ejemplo de ello son las incesantes guerras y batallas que hemos tenido por causa de la política.

A la confusión y al desordenes le siguen una serie de actos arbitrarios que comenten los hombres quienes deciden ser ecuánimes por su propia cuenta. Un ejemplo vivo de estas consecuencias son los actos que le siguieron al magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948 en Bogotá. Tal incidente produjo una gran cantidad de desórdenes violentos que costaron la vida de casi 500 personas. A pesar de no ser Colombia un estado natural como lo platea Hobbes y en este caso también Locke los hechos que se presentaron en el pasado y los que se manifiestan hoy da mucho de que pensar.

J.J. Rousseau, es otro pensador ubicado dentro del pensamiento iusnaturalista, en su trabajo Discurso sobre el origen de las desigualdades en los hombres, nos da a entender que la mayoría de los problemas, es decir, los incidentes violentos que se dan entre los hombres son generados por las conductas que éstos han tomado antes que a los dones naturales que la misma

naturaleza les ha entregado. No es un secreto que para Rousseau, al igual que para los otros iusnaturalistas, los problemas en el estado Natural se deben por la falta de un orden que controle a los hombres. Si ello no fuera así fácilmente el uno devorará al otro solo por el simple hecho de sentir y tener la facultada de hacerlo.

Hoy es evidente que en un Estado sólidamente constituido, bajo el poder de las leyes civiles, las diferencias entre los hombres siguen siendo la misma que en las del estado Natural debido a que la naturaleza dotó de diferentes dones a cada hombre que existe sobre la faz de la tierra. Con todo el conjunto de las leyes y de su implacable justicia, el omnipresente estado Natural sigue vigente en el tiempo y en el espacio, en ese instante y en ese lugar donde "unos dominan con violencia, los otros gemirán sujetos a todos sus caprichos" (Rousseau, 2013: 162).

Si analizamos el pensamiento de Rousseau expuesto en esta cita anterior y lo traemos a la realidad colombiana vemos que no hay contraste sino una plena conexión con el contexto que se vive en el país.

La violencia con la que se han hecho y estipulado las distintas sociedades políticas del país, además, el esparcimiento de este fenómeno a más de la mitad del territorio nacional ha llevado consigo la dominación de los hombres que bajo las ideologías de los partidos u organizaciones políticas han cometido los peores casos de violencia en la historia del país. Los unos dominan a los otros y los otros obedecen bajo la ley del más fuerte gimiendo por los caprichos de aquellos.

Hoy podemos divisar que en el país se han presentado casos similares a los expuestos en cada una de estas teorías iusnaturalista.

2 La violencia en el Estado de Naturaleza y en el Estado Social de Derecho

Después de haber realizado un análisis hermenéuticamente histórico sobre el fenómeno que se ha presentado en la empresa de la política colombiana, desde tiempos memorables hasta el día de hoy, quiero ahondarme en hacer una reflexión sobre el problema que ha marcado la historia política de nuestro país, es decir, la inclusión de la violencia en la política.

La violencia, si ésta es legítima, lo es en el Estado de Naturaleza, pues es allí donde no habiendo leyes específicas que limite tal cosa los hombres pueden disponer de ella siempre que lo ameriten. Es en el Estado de Naturaleza donde los hombres poseen el derecho de Naturaleza, el ius naturales, disponiendo de él han hecho todo en cuanto sus paciones y la razón le han dictado.

Es en este Estado donde los hombres son realmente libres sin leyes que les inhabiliten. Sin tales leyes, estos hombres libres, gozando bajo el libre albedrio, están siempre propensos a vivir en constante guerra, pues el Estado de Naturaleza es más bien la guerra. En este Estado el peligro es constante, la violencia, el horror, y la guerra, siempre están a la orden, pues no habiendo algo o alguien que controle tales cosas la idea y el espectro de la muerte ronda a los hombres.

La violencia que se desprende del Estado de Naturaleza es inminente. Allí, cada hombre valiéndose de sus propias fuerzas, de su ingenio, atentan contra el otro con tal de conseguir un fin. Cada hombre, cada sujeto, busca la manera de subsistir por medio de la guerra, de la violencia, haciendo del otro una víctima. Este hecho de la guerra, de la violencia, en dicho estado es constante. El acto mismo de conquistar, de dominar al otro, trae consigo grandes problemas. Esos problemas son: la resistencia como acción de resistirse, la generación y propagación de la violencia. Tales hechos ocurren puesto que en el Estado de Naturaleza los hombres son iguales en pasiones violentas; el hombre más débil puede matar al más fuerte valiéndose de herramientas que le sean útiles para cometer tal cosa, o viceversa.

Si en tal Estado no hay una seguridad reguladora, y con la única seguridad con la que se puede contar es con la que brindan las fuerzas físicas las guerras civiles son inevitables, y esto quiere decir que los hombres vivirían en una guerra constante de todos contra todos, en tal sentido, ésta siempre sería la condición del hombre. Al respecto, Tomás Hobbes argumenta:

La condición del hombre (…) es una condición de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno está gobernado por su propia razón, no existiendo nada, de lo que pueda hacer uso, que no le sirva de instrumento para proteger su vida contra sus enemigos. De aquí se sigue que, en semejante condición, cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en el cuerpo de los demás. (Hobbes, 2007: 128-129).

Literalmente, estamos hablando aquí de un Estado bestial, un Estado donde la violencia es justificada puesto que es la única garantía que tiene el hombre para perpetuar su nombre, su ideal, su dominio. Es este el Estado que se ha estado imitando en Colombia a pesar de que somos y estamos constituido como un Estado Social de Derecho.

En nuestra nación, nos hemos venido matando los unos contra los otro desde los primero tiempos de vida de esta República, así lo acabamos de ver en los capítulos anteriores. No es para nada descabellada la idea pensar que el Estado colombiano aun pareciera que estuviera en ese Estado de Naturaleza puesto que los hombres vivimos devorándonos como lobos, como fieras salvajes. El conflicto que se ha desatado en Colombia hace más de cincuenta años ha bañado de sangre a todo el país, sepultando los sueños y el futuro de más de un colombiano. Por causas de ese conflicto el Estado colombiano se ha visto envuelto en toda una serie de crímenes que no solo arrebata las vidas de los hombres involucrados en el conflicto sino que también la muerte acecha y perturba las vidas de los habitantes que se han mantenido en la neutralidad del conflicto.

Si la guerra fue una condición del hombre, ésta solo le fue indispensable en el Estado de Naturaleza. Era allí, en tal condición donde el individuo la empleaba con tal de ser reconocido ante los otros. Hasta allí la guerra fue necesaria porque era solo en aquel momento donde reinaba la irracionalidad, donde no había tribunales dispuestos a aplicar leyes que regulasen tales condiciones. Si ha de suponerse que somos un Estado civilizado donde impera el humanismo y la racionalidad, es menos entonces donde no deberían de existir las guerras que amenazan con aniquilar no solo al Estado ni a la insurgencia, sino a todos los colombianos.

Las guerras y los conflictos con su demonio la violencia, los principales caracteres del Estado Natural son hoy los mismos matices que caracterizan al Estado Social de Derecho como se encuentra constituido en la Constitución Política de nuestra República, Colombia.

En esta sesión, he querido dar a entender que el Estado colombiano más que un Estado civilizado parece más un estado de Naturaleza. Esto lo manifiesto debido a los análisis que he hecho de los diferentes dramas que han ocurrido en la historia del país referente a las guerras políticas que se han presentado en el contexto colombiano. Pues la violencia fue indispensable y justificable en el Estado de Naturaleza, hoy la violencia se ha descarado y justificado en nuestro Estado Social de Derecho, en el cual, los hombres tienen libertad pero también orden como lo estipula el eslogan de uno de nuestros emblemas nacionales, el Escudo de nuestra nación.

La condición humana en Colombia a partir de la violencia: una visión desde el pensamiento de Hannah Arendt.

El estilo de vida en Colombia está condicionado debido al conflicto. Nuestra condición está estipulada y regulada por toda la violencia que se ha des prendido de los conflictos que hemos tenidos. Así es como lo vamos a ver en esta sección.

Hannah, en su obra, La Condición humana (1993), plantea lo siguiente: "Los hombres son seres condicionados, ya que todas las cosas con la que entran en contacto se convierte de inmediato en una condición de su existencia" (Arendt, 1993: 23). Reflexionando en conjunto con la tesis que plantea Arendt, nos convencemos en la idea de que nosotros los colombianos somos seres condicionados, vivimos bajo ciertas condiciones, y es así porque el conflicto armado ha determinado los cursos y los destinos de nuestras vidas mortales.

Estudiando el pensamiento de Arendt en la obra La Condición humana, analizamos, de forma teórica, que los colombianos somos seres condicionados. Los distintos conflictos políticos que hemos tenido, la violencia y el horror que se han desprendido de tales fenómenos nos han hecho hombres ruines, miserables, violentos, y sobre todo, hombres sin amor al prójimo, esta es la condición del colombiano.

Nuestra condición humana es la que nos ha determinado las guerras, los conflictos políticos que se han disparado en el país, la violencia como engendro de esos apremios.

Retomando nuevamente las teorías de Arendt, ésta argumenta que "cualquier cosa que toca o entra en mantenido contacto con la vida humana asume de inmediato el carácter de condición de la existencia humana" (Arendt, 1993: 23). Es en este sentido que la violencia generada por los conflictos políticos manifestados en la nación es un mero productor de la condición humana nuestra.

Quienes hemos estamos bajo el poder perverso de la violencia queramos o no somos seres manipulados, no por la naturaleza ni por un demiurgo, sino seres condicionados debido a las políticas violentas que han manejado los conflictos armados que se han presentado, y el que hoy subsiste en el país.

La realidad colombiana es nuestra condición, realidad igual a conflictos, guerras, terrorismo, secuestros, extorciones, asesinatos, toma armadas de pueblos, de campamentos guerrilleros y de bases militares, voladuras de oleoductos, terrorismo en las ciudades, combates mortales en las selvas, todo ello es pura fuerza acondicionadora.

Los colombianos en cierto sentido somos seres condicionados, nuestra naturaleza está manipulada por el fenómeno de la guerra, de la violencia y los horrores que se han desprendido de este engendro al que se le hemos denominado como El Conflicto colombiano.

Nuestra naturaleza es una naturaleza conflictiva, o belicosa, como le queramos llamar, una naturaleza desnaturalizada, pues hacemos cosas que están fuera de orden, sea este orden o moral o legal legítimamente hablando, el fin es que, somos lo que la violencia proveniente de los conflictos políticos nos ha hecho.

Nuestra humanidad, si bien debe ser manipulada, esta debe serlo por la Naturaleza misma pero, el caso está en que es y seguirá siendo manipulada por todo lo que entra en contacto con nosotros, y para nuestro caso, es y seguirá estando manipulada por la violencia política, la cual emana del, o de los diferentes conflictos bélicos que tengamos por causa de la política.

Tanto la naturaleza como la realidad del colombiano no están determinadas por algo distinto a las guerras, a los actos y situaciones violentas desplegadas en cada uno de los episodios violentos que se han presentado en nuestra historia nacional. La vida y la realidad de un desplazado (a) es así porque la violencia lo hizo salir de su lugar de origen, la vida y la realidad de un huérfano (a) es así porque la violencia le quitó a sus padres, la vida y la realidad de una viuda (o) es así porque la violencia le quitó su pareja. Casos como estos son notorios y frecuentes en Colombia, y ¿A qué se deben tales casos? Sencillo, a la guerra, a la violencia de ésta, el fenómeno que ha condicionado la vida de cada colombiano.

Ahora, tomemos en cuenta como referente al conflicto actual por el que atraviesa Colombia, siendo éste el producto de la pluralidad de los hombres que están anexados a él, es decir, el Estado y la Insurgencia, este conflicto, necesariamente es una condición impuesta por ambos organismos políticos, y tal fenómeno nos ha fijado la vida a todos los colombianos. Este conflicto armado nos ha cambiado y marcado a todos porque nos ha condicionado nuestra existencia humana en este mundo. Este conflicto ha cambiado las vidas de muchos colombianos, hay quienes yacen muertos, mutilados, huérfanos, viudos, presos políticos, y exiliados en el extranjero por el ensañamiento y los hostigamientos que mantiene esta guerra. Tales actos del conflicto, sus consecuencias, no han hecho otra cosa que marcar a cada colombiano.

La vida del sujeto colombiano es pura vida condicionada, una vida queramos o no está hecha por los distintos conflictos políticos que se han establecidos. El conflicto armado hoy vivido en Colombia ha cambiado el curso de la nación, en lugar de ser una nación moderna e inclinada al camino del progreso y al desarrollo económico, intelectual, cultural, entre otros factores es una república inclinada más bien al fracaso y al abandono internacional debido a que los problemas sociales y político condiciona todo en cuanto existe dentro y fuera de nuestras fronteras.

El ambiente en el que se ha levantado la sociedad colombiana, desde el principio hasta hoy ha sido un ambiente belicoso y todas las generaciones que han existido en el suelo colombiano han estado bajo ese ambiente hostil de guerras y los conflictos. Cada generación de colombianos, hijos de Colombia, han sido generaciones manipuladas por la violencia política de los conflictos que han establecido en la historia social y política del país. Esto significa nada más y nada menos que los colombianos somos seres condicionados.

Nuestra existencia es pura existencia condicionada por causa de la violencia política que se desprende de nuestra labor humana, es decir, la labor política del colombiano que ha hecho y deshecho con la política. Todos los problemas que podemos contabilizar, aquellos sucesos que nunca se borraran de nuestra memoria son ese producto de la labor política. La labor política dada en la pluralidad de las diferentes organizaciones que conforman el Estado colombiano ha sido mal manejada, ello ha traído una política mal constituida que llevando a la violencia de la mano no han hecho otra cosa que no sea condicionar al sujeto colombiano de la manera que lo ha hecho.

En la raíz de nuestra conciencia política hallamos separación, odios desmedidos, destrucción, nuestro auto aniquilamiento, y todo esto se debe al miedo que se le tiene a los ideales y a las políticas contrarias. La violencia política no ha hecho otra cosa más que hacernos hombres condicionados, puesto que somos lo que la violencia política ha hecho de nosotros.

Una crítica a la violencia política colombiana desde el pensamiento de Walter Benjamín y Hannah Arendt.

En esa unidad podemos entender, que cada sujeto o individuo en el país está condicionado debido a las circunstancias en las que lo ha puesto la violencia. Ahora, en esta sección quiero exponer una crítica sobre la violencia política que se ha degenerado en la nación. Desde las perspectivas de los pensadores W. Benjamin y H. Arendt, quienes han formulado críticas y planteamientos sobre la violencia y sus diferentes matices, quiero, hacer un planteamiento que no solo nos ayude a entender el fenómeno de la violencia política en el país, sino hacer una valoración sobre tal fenómeno.

Una de las preguntas problema que he planteado para este trabajo es: ¿Se puede justificar la violencia política en Colombia? Teniendo una noción clara de lo que es violencia, lo que este engendro implica, no teniendo más obstáculos que nos impida hacer una reflexión y dar una valoración sobre tal fenómeno ya la tarea sería adentrarnos en una reflexión profunda que nos ayude a hacer lo uno y lo otro.

El fenómeno de la violencia política en Colombia se ha presentado desde el principio de los tiempos, desde que esta República empezó a ver la luz, tal cual como quedó demostrado en el marco histórico. El hecho es, que desde un principio nos dedicamos a hacer política con sangre y no hemos tenido más remedio que aceptar y justificar la violencia.

La violencia, tomándola como medio, injertándola a la empresa política nacional, la hemos utilizado para X o Y causa sin importar las consecuencias que este fenómeno acarré. Pero el problema no solo se radica en que la violencia es utilizada para ciertas causas sino que la hemos legitimado, justificado, como si tal cosa fuera éticamente buena.

Cualquier ser humano pensando razonablemente entendería que la violencia es mala, y acompañada de fanatismo es mucho peor. En nuestro caso, la violencia viene de la mano de paciones políticas, pues en la pasión, no habiendo grado de racionalidad las desmedidas y la degeneración de los proyectos que tal sentimiento lleva consigo de la mano sería inevitable. Ahora, la violencia política en el país es un mal crónico que no tiene medidas, se ha degenerado a causa del sentimiento político que lleva asociado.

En un Estado de Naturaleza la violencia es legítima y justificable, tal situación se debe gracias al derecho natural que es el que fundamenta dicho fenómeno, pero en nuestro Estado Social de Derecho, dicho sea de paso, el fenómeno del engendro de la violencia aún se sigue manifestando como algo totalmente natural. Basta con recordar el objetivo con el cual los Estados fueron constituidos. Éstos se formaron con la intención de garantizar la seguridad de los hombres ya que éstos viviendo en un Estado de Naturaleza eran incapaces de habitar juntos en paz y armonía. Pero, la idea de un Estado Social de Derecho en Colombia parece más bien una mentira constituida, pues la inclinación a la violencia sigue siendo tan e igual de evidente que en un Estado natural.

Históricamente, vemos que la política ha estado acompañada, fundamentada y organizada con la violencia, adhiriéndose a ésta busca lograr y establecer lucros, y en Colombia no es la excepción. Vemos por medio de este análisis que la política colombiana busca obtener ciertos fines empleando a la violencia como medio, justificándola como necesidad natural. En relación con lo dicho W. Benjamin argumenta: "El derecho natural aspira «justificar» los medios por la justicia de sus fines" (Benjamin, 1991: 24), fines que las empresas políticas en el país se han trazado.

Tanto el Estado como las guerrillas liberales y los demás grupos insurgentes han legitimado la violencia, con ella han propagado el terror en todo el país, todo con la intención de lograr la concertación de sus fines y visiones políticas. Pero no hablemos solamente del gobierno actual y de los movimientos alzados en armas de hoy, este problema siempre ha existido, históricamente lo podemos ver plasmado en la historia nacional. La violencia en la política colombiana se ha estado ejecutando desde la llegada de los españoles hasta el día de hoy, su legitimidad es posible gracias a que se ha tomado como ius naturales, su extensión en el tiempo se debe a que de la misma forma como se le ha tomado como algo legítimo se ve con gran positivismo. Esto no ha hecho otra cosa que apreciar y garantizar tal fenómeno. Recurriendo nuevamente a Benjamin, citado anteriormente, éste argumenta: "por su parte, [tal positivismo de la violencia] intenta «garantizar» la justicia de los fines a través de la legitimación de los medios" (Benjamin, 1991: 24). El positivismo con el que se ha aceptado la violencia en el país no ha hecho otra cosa que garantizar la legitimidad de la violencia como medio y en última instancia garantiza el fin último que se busca por medio de la violencia.

Con la posición de Benjamin no solo podemos entender la legitimidad de la violencia política en el país sino también que la prolongación de ésta en el tiempo y en el especio se debe a que el fenómeno es visto y tomado como un prototipo natural y positivo. Con la inserción de la violencia en la política colombiana, la fomentación de la violencia política en la nación se debe a la relación medio-fin, es decir, la violencia es el medio por el cual se ha buscado un fin supremamente político, ya de eso no nos debe de quedar la menor duda.

Ahora, analicemos este fenómeno desde otra perspectiva diferente, así tendremos dos bases ideológicas desde las cuales podemos fundamentarnos más en esta tarea que es hacer una crítica al fenómeno político-violento colombiano.

Hannah Arendt, la filósofa en la que nos hemos estado focalizando en estas últimas secciones, en una de sus obras, Sobre la Violencia (1970), argumenta:

La violencia alberga dentro de sí un elemento adicional de arbitrariedad; en ningún lugar desempeña la Fortuna, la buena o la mala suerte, un papel tan fatal dentro de los asuntos humanos como en el campo de batalla, y esta intrusión de lo profundamente inesperado no desaparece cuando algunos la denominan «hecho de azar» y lo encuentro científicamente sospechoso; ni puede ser eliminada por situaciones, guiones, teorías de juegos y cosas por el estilo. (Arendt, 2006: 11).

La violencia no desempeña otros papeles que no sea arbitrariedad, así lo entendemos en Arendt. Ésta (la violencia) no trae consigo buena fortuna a los hombres que se anclan a ella para buscar y conquistar ciertos fines.

Si nos dejamos guiar por la violencia perpetraríamos actos y situaciones en los cuales la desventura y la mala fortuna nos alcanzarían devastando nuestra humanidad, tal como ha venido pasado en lugares donde la violencia no se separa de nuestras cuestiones políticas.

Las des venturanzas traídas por la arbitrariedad con la que nosotros los colombianos hemos tomado a la violencia para hacer política nos ha mal adornado los paisaje, tal como lo muestra el artista antioqueño Fernando Botero en sus obras de arte, allí donde ha reflejado a través del pincel y el lienzo toda las precariedades que nos ha dado el fenómeno de la violencia en Colombia, (El Paisaje de Colombia, Óleo sobre Tela, 2004, Fernando Botero). De la misma manera como la violencia se ejerce sobre los campos de batalla de tal forma se ejerce en nuestra humanidad, allí se refleja nuestra humanidad, una humanidad marcada por la mala fortuna a la que hemos apostado.

La continuidad en el tiempo de la violencia en la política colombiana, sabiendo ya las causas de dicho problema, se debe a la falta de una buena voluntad de las empresas políticas asociadas al fenómeno violento, pero, ¿Cómo así que falta de una buena voluntad política? como a una buena voluntad política me refiero a la creación de un nuevo arbitro que no sea la violencia como medio. Este viejo concilio es el causante de todo mal.

Con referente a esta crítica, Arendt, de quien hemos estado hablando aquí también se manifiesta y logra hacer una observación sobre este problema del hecho político en el que no hay más medio que la violencia. Al respecto Arendt sostiene:

La violencia, la razón principal de que la guerra siga con nosotros no es un secreto deseo de muerte de la especie humana, ni de un irreprimible instinto de agresión ni, final y más plausiblemente, los serios peligros económicos y sociales inherentes al desarme sino el simple hecho de que no haya aparecido todavía en la escena política un sustituto de este arbitro final. (Arendt, 2006: 12).

Los argumentos de Arendt citados aquí muestran la realidad política del país, mi Colombia. En la empresa política colombiana el medio por excelencia sigue siendo la violencia. Con ella se ha levantado los diferentes gobiernos que han pasado en la historia nacional, con ella se han levantado y formado los distintos partidos políticos que gozan de curules en el Congreso de la Republica, y no solo ellos, de la misma forma lo han hecho los grupos revolucionarios que han existido y que aun hasta la fecha continúan su vida revolucionaria. Para estas organizaciones la violencia es el medio por el cual buscan obtener y obtienen el fin último, el poder.

La política colombiana ha continuado haciendo estragos en el país. La inserción de la violencia a la política aún perdura y lo peor es que se sigue justificando tal hecho. El ejemplo más vivo que podemos notar hoy es el del Estado, él ejerce violencia sobre sus adversarios políticos como a la insurgencia, aunque a esta violencia se le considere legítima y se le conozca legalmente ante la ley no deja de ser violencia. La insurgencia por su parte perpetúa conjuntamente violencia, no solo contra el Estado sino también contra la población civil la cual como vimos en una de las secciones anteriores no es autónoma a este fenómeno.

Hasta ahora hemos estado viendo que la violencia es la dama de compañía de la empresa política colombiana. La política poseída por la violencia actúa sin mirar y tener en cuenta lo demás, solo actúa arbitraria e hipócritamente sin sentir el mero respeto por la dignidad humana. La política colombiana es mezquina, ese es el calificativo que se le puede dar, y el que ella se merece, pues solo le interesa lucrarse con sus fines sin tener en cuenta al prójimo.

En todo este análisis hemos visto y ha quedado demostrado que las lucha política a muerte que en el país se han presentado se deben por el simple hecho de obtener el poder, y que el medio más empleado para conseguirlo se ha empleado el uso de la violencia

, de eso no nos debe quedar la menor duda. La idea fundamental en todo este meollo de la violencia en la política en Colombia no termina justo en el reconocimiento que le hemos dado a este fenómeno, o sea, reconociendo que existe y que es un problema macabro. El meollo de este tema está en el cómo podríamos darle una solución a esta dificultad que con todo su esplendor se ha manifestado no solo en los doscientos años que llevamos de historia patria. El no insertarlo, el hecho como tal de no justificar la violencia, ni como derecho natural ni como derecho positivo, sería de antemano un buen plan que convenga para la creación y la solidificación de una buena política para el país.

Todo lo que ha implicado el problema de la violencia política se debe a la intolerancia política de los distintos partidos y denominaciones políticas que han existido y que coexisten hoy en la nación. La intolerancia política descabellada ha arrastrado a vivir a los hombres en un estado de guerra donde nosotros los colombianos somos los depredadores de nosotros mismos.

La idea de matarnos por la política ha hecho parte de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura nacional. Las pasiones políticas desmedidas nos han segado tanto que a lo largo de la historia no hemos hecho otra cosa más que matarnos, matarnos y matarnos. Tal situación me lleva a pensar que nuestra historia no es otra que la del hombre matando a su semejante tan solo por un ideal político.

Para el colombiano la política parece ser algo importante, quizás más que hasta su propia vida porque éste ha derramado la sangre de los demás y hasta la suya por un ideal, bandera o partido político. La política pasa a significar algo totalmente valioso, más que cualquier otra cosa, ya sean los Derechos Humano, la dignidad humana o hasta la propia vida, ya la vida no tiene ningún valor pues la ofrecen en sacrificio por la política.

Justificar y legitimar la violencia para producir política se ha convertido en un hecho al que las distintas organizaciones políticas en Colombia dentro o fuera del margen de las leyes civiles han apelado para quedarse o hacerse al poder político en el país. Justificar la violencia como un derecho al que han accedido el Estado y las otras organizaciones insurgentes para defenderse y/o vencerse el uno al otro es lo que ha mantenido a la violencia política viviendo en medio nuestro.

Estanislao Zuleta y Rubén Sierra frente a la violencia política en Colombia.

Todos nosotros sabemos el peligro que acarrea en un Estado cuando se libra una guerra. Ésta pueden darse debido a las postergaciones y prejuicios que manipulan al ser humano convirtiéndolo en un ser perjudicial para su mismo género. El Estado colombiano se ha encontrado sumergido en una crisis política desde hace mucho tiempo, todo por la violencia que emerge la política, un mal del que no se ha podido librar el país.

Parece una verdad absoluta que la crisis en la que se haya el Estado colombiano debe su razón a la violencia política a la que ha estado sometido. Al país le ha tocado pagar un alto sacrificio por causa de este fenómeno. Las pérdidas monetarias son considerables pero, las pérdidas de vidas humanas son descomunales. El Estado colombiano no solo ha visto morir a ministros, jueces, magistrados u otros agentes del Estado, también ha visto morir a miles de colombianos que si bien o no han hecho parte de estos absurdos conflictos políticos que se han presentado a lo largo de la historia nacional.

Esta crisis política en la que el Estado colombiano se ha hallado desde hace tiempo ha hecho de éste un Estado endeble, por ello no se ha podido solucionar de un todo el fenómeno de la violencia. La falta de presencia y de autoridad que debería ejercer el Estado en ciertas partes del territorio nacional y sobre ciertos agentes ha llevado al Estado a permanecer en esta crisis debido a los sometimientos que éste ha sufrido por parte de grupos con intereses políticos personales. En correlación con lo anterior, Estanislao Zuleta argumenta:

La debilidad endémica del Estado en Colombia, (…) viene de muy lejos y se manifiesta en su falta de presencia en una gran parte del territorio nacional, en su fragilidad ante las presiones de los grandes grupos de poder económico, y de los centros de poder económico y políticos locales y en la dificultad de controlar a sus propios agentes, que muchas veces actúan de acuerdos con sus intereses personales, familiares o de clanes regionales de diversas índoles. (Zuleta, 1991: 146-147)

Conforme a lo anterior, Zuleta argumenta que la debilidad del Estado se debe a la falta de presencia de éste en algunos lugares del territorio nacional donde el poder lo tienen son ciertos grupos extralegales los cuales toman el lugar que debería tomar el Estado y llegan a hacer lo que solo a éste le compete hacer, o como usualmente ha pasado, lo que se les ha placido.

Analizando el argumento de Zuleta vemos que éste tiene razón, pues en realidad esto es lo que ha ocurrido en el país con los grupos de autodefensas campesinas que más tarde pasaron a hacer las guerrillas que hoy nos azotan con su violencia, igualmente con los grupos de paramilitares quienes también han pasado a formado parte del conflicto político colombiano. Ciertamente estos grupos han controlado no solo a poblaciones y hasta al mismo gobierno, han desplegado su arsenal bélico y su accionar violento por casi toda Colombia.

La manipulación del Estado por parte de estos grupos ha sido eminente. Hablar de Parapolítica y Farcpolitica en Colombia no es un absurdo. Estos grupos, hoy son los promotores que han llevado a Colombia a estar y a mantenerse en una crisis en el sector político, es decir, en no tener una política fija que se encargue de manejar completamente los asuntos del país.

El poder político, en su mayoría, ha sido manejado por agentes corruptos que lo han manipulado a su antojo, a raíz de esto se han dado las principales mareas de violencia en el país. De los sentimientos emanados por causa de este fenómeno han surgido ideas que califican a la política y el poder como malos, ello proviene a que muchos "aprecian como injustas las acciones políticas de los dirigentes" (Zuleta, 2013: 172), puesto a que son agentes que solo buscan sacar de la política sus propios propósitos personales llevando al Estado a estar en la crisis social y política en la que se encuentra hoy.

Esta crisis política aún sigue vigente en el Estado colombiano, los conflictos armados que se han presentado a lo largo y ancho de la historia, las repercusiones del pasado que todavía hoy repercuten han fraccionado a la democracia. La manipulación de la política por parte de todos estos grupos extralegales como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), entre otros, y el mismo Estado, han conducido al país a un trance político debido al pretexto de solucionar los problemas políticos existente por medio de esa violencia sagaz que tanto se profesa.

Colombia en su esencia es un Estado democrático y participativo, pero la democracia está manipulada por el caudillismo político. Un ejemplo del pasado fue lo ocurrido con los dos partidos tradicionales, el Liberar y el Conservador, hoy este caudillismo político erige en los nuevos partidos emergentes. Tal hecho ha traído consigo las provocaciones entre ellos hasta el punto que se han desarticulado manifestaciones de violencia. El despotismo con el que ha imperado la política en Colombia ha traído muerte, destrucción y toda una serie de incidentes, pero lo que sí ha hecho es destruir, además de los cientos de miles de vidas humanas a la misma democracia colombiana.

Para Rubén Sierra Mejía, "Evitar el despotismo (o, también, el caudillismo) sería, entonces, una misión esencial de la democracia" (Sierra, 2008: 18), pero como hemos venido viendo en esta investigación y en la historia nacional misma, en Colombia la democracia ha estado siempre manipulada por uno o que otro grupo político legal o extralegal, actos que han protagonizado los incidentes más lamentables en el país y que aún hoy coexisten con nosotros.

El fundamentalismo con el que se ha hecho política en Colombia ha inducido al Estado colombiano a hondarse en una crisis tanto social, cultural y políticamente. Los agentes que han manejado el Estado lo han hecho solo para cumplir y satisfacer necesidades y programas personales, en este caso, extra patrimoniales. Los jefes, los caciques, los caudillos políticos manipulan la democracia con el fin de lucrarse así mismo sin tener en cuenta los peligros y el agrietamiento que tal cosa genera el sistema político del país. Al respecto, Rubén Sierra Mejía sostiene:

No es inconcebible que algún dirigente político o jefe de Estado opte por el más intolerante maniqueísmo, divida al mundo entre buenos y malos sin matices, y busque someter a los últimos a la voluntad de los primeros, aunque para ello tenga que arrasar con armas de destrucción masivas, vidas, bienes, tradiciones, creencias, culturas. (…) Fundamentalismo democrático (una contradicción en términos) es el calificativo que se le ha dado recientemente a esta forma de pensar y de obrar en la política. (Sierra, 2008: 14).

Rubén Sierra tiene razón al sustentar la idea de que no es para nada sorprendente de que un jefe político tenga ideas sumamente dañinas, lo que él llama "maniqueísmo", que con tales ideas ejerza todo un emporio político con el cual someta a un pueblo gobernándolo por medio del despotismo como ha pasado en la mayoría de los casos en el país.

La política en Colombia se ha hallado en las manos de grupos políticos, e incluso en las manos de ciertas familias, quienes han mantenido al Estado secuestrado y a la democracia sometida a sus antojos. Los incidentes violentos que han ocurrido en el país se han dado sí por causa de la política, pero como lo expone Rubén Sierra Mejía en este caso, son el caudillismo y el fundamentalismo político la hegemonía que han introducido al país en esta crisis política.

Tercera parte

Compendio reflexivo sobre el fenómeno: la violencia política en Colombia

  • Sobre la violencia como recurso de la acción política colombiana

Me propongo a hacer una reflexión propia en estas líneas a continuación sobre el fenómeno de la violencia que se ha generado en el ambiente político del país. La intención de exponer un nuevo punto de vista sobre el medio por el cual se han venido perpetrando nuestro auto aniquilamiento es mi intención en esta sección.

La tarea de esta investigación ha sido mostrar el mayor problema que ha marcado nuestra identidad no solo cultural sino también políticamente. A través de estos renglones se ha percibido que en Colombia siempre se ha estado haciendo política con sangre, que la violencia es, desde tiempos memorables, el componente principal del hecho político.

La relación análoga entre la política y la violencia es quizás el mayor problema al que le ha tocado enfrentarse no solamente el Estado sino también la sociedad colombiana. Y es que en Colombia concebir la idea de la política sin actos beligerante es una idea inverosímil puesto que las guerras, y toda serie de conflictos bélicos, se han dado debido al intercambio de ideas, filosofías y políticas opuestas. A lo largo y ancho de esta investigación se ha resaltado en los diferentes capítulos los episodios históricos donde se ha presentado a la política ligada a las acciones violentas.

¿Por qué han acudido las organizaciones políticas al accionar violento? La política conoce los elementos que ha de emplear y en el campo político colombiano, como ya lo hemos visto con anterioridad, nunca ha existido una relación más que la de enemigos. Conforme a esta relación, la política se ha viciado, los antiguos gérmenes de odios desmedidos del pasado histórico, (guerras entre centralistas-federalistas, liberales-conservadores, etc.), animadversiones que aún hoy sucumben entre el Estado, las guerrillas, y grupos paramilitares, quienes ven en el acto violento la manera de animar, impulsar, y sobre todo de sostener la lucha política.

Las conductas belicosas por las que han optado todas estas organizaciones sociales señaladas, las cuales invistiendo afinidades políticas, han librado incidentes que han elevado el accionar violento a niveles totalmente preocupantes por casi todo el país. Hoy la política no ha cambiado en nada a la de vieja escuela, ésta, sigue siendo el principio de toda generalidad violenta. En fin, las llamadas políticas de paz, que se han dado durante los distintos gobiernos que han pasado a la historia, solo han sido pañitos de agua tibia, usualmente, éstas han sido campañas de pacificación pero nunca han cumplido con el verdadero propósito que sería la paz. Con respecto a lo anterior, Alfredo Gómez argumenta: "Las llamadas políticas de paz han tendido a ser un simple dispositivo táctico provisional, subordinado a la opción fundamental por la guerra, esto es, han sido ante todo proyectos de pasificación y no de paz" (Gómez, 2008: 28)

Hemos visto que la política nacional siempre se ha inclinado por la violencia como medio, herramienta, y por último como recurso, apoyando siempre un plan de guerra con el cual no se satisface la necesidad política de un llamado Estado democrático sino más bien el punto de vista del político, del jefe o del comandante de los grupos subversivos, guerrilleros o terroristas como se le han dado a conocer a nivel nacional e internacional a las catervas alzadas en armas. El caso está en que la violencia siempre ha estado cumpliendo la función de hacer lo que la política le ordene, es decir, se ha convertido en el recurso esencial de la política colombiana.

Con todo lo que ha ocurrido, en torno a la política, vemos que esta gira en torno a una actividad agresora y que en el mayor de los casos ha llegado a emplear la violencia con el fin de obtener el medio que se propone, conquistar el poder político. La política no solo usa la violencia física sino también la violencia verbal. Las distintas organizaciones sociopolíticas ha empleado un léxico atrevido con el objetivo de desprestigiar al otro; términos como: narcoterrorista, paraco, corrupto, chulos, etc., hechos que constituyen principios activos de la violencia. Con relación a lo anterior, A. Gómez argumenta:

El gobierno, utilizando el lenguaje militar, habla de "labores de limpieza" contra sus adversarios, está significando implícitamente a estos adversarios como suciedad y mugre, esto es, como algo que social y habitualmente se considera dañino o desagradable y que, como tal, ha de ser eliminado sin más. El objeto de tales labores de limpieza solo puede ser algo esencialmente negativo. (Gómez, 2008: 27).

La violencia que han ejercitado las distintas organizaciones con afinidades políticas que han pasado a través del tiempo, y las que aun hoy persisten, empleando el poder destructor de la palabra en cada discurso que ofrecen han incentivado los horrores más inauditos e increíbles que jamás nos habíamos imaginado. Es esa mala conciencia que ha degenerado a la política en Colombia y que la ha convertido en es maléfico espécimen atávico que aunque no lo crean, se les ha dado a los hombres para que se autodestruyan.

La violencia pasó a manos de la política, para nuestro caso, como el arma eficaz, todo con la intención de someter el uno al otro bajo un control absoluto. Desde la campaña de pacificación de Morillo hasta las campañas político-militares de hoy (Seguridad democrática, Plan Patriota, etc.) en la política ha imperado el despotismo, el caudillismo, aferrándose a la violencia como herramienta destructora para exterminar al contrario, al enemigo político o militar.

La violencia ha cumplido las funciones que la política en ejercicio le ha encargado, es como si ésta utilizara la violencia para hacer lo que racionalmente no puede hacer. La violencia a través de la política en el ejercicio del poder, se ha institucionalizado y sin tantos contrapuestos ha hecho parte del patrimonio político del colombiano. Todo el fenómeno de la violencia política que hemos expuesto aquí en esta investigación, se ha llevado a cabo en su mayoría porque ésta se ha institucionalizado y ha hecho parte del accionar político en el país desde tiempos memorables, como ya lo hemos detallado, pero, su prolongación en el tiempo se debe en cierta medida puesto que en Colombia nunca ha existido una toma de conciencia racional de las instituciones políticas conforme a este grave fenómeno. Nunca se ha notado una buena voluntad o un cambio de paradigma con relación a lo político. Con analogía a esto, el sociólogo y pesador colombiano, Fals Borda argumenta:

Nunca ha habido acuerdo en Colombia con relación a la concepción y la utilización del poder político (…). Los grupos o partidos enfrentados han concebido el poder como una herramienta para imponer sus respectivas utopías (…). Una vez definidas las incompatibilidades de estos valores y descubierto que la única vía de imponerlos era por el Estados, quedaron sentadas las bases para el conflicto. (Fals. 2009: 148).

La violencia con sus barbaries puesta al servicio de una política viciada y siniestra ha generado todos los desmanes que se vislumbran no solo en el aparato político del país sino en toda la sociedad colombiana y que aún hoy no paramos de ver y vivir vejámenes, de contar muertos, presos y exiliados político, todo esto gracias a la violencia al servicio de la política.

El impacto del conflicto socio-político y de la violencia política en Colombia

¿Qué ha pasado con la cuestión política en la Colombia de hoy? Sin duda alguna, muchos son los pensadores que han reflexionado sobre el hecho político nacional en curso. La historia de la política en esta época no ha cambiado de un todo. Aunque los combates cuerpo a cuerpo han disminuido de formas bilaterales, aún siguen cometiéndose ciertos actos violentos de la mano, a causa, o con fines político. Habitualmente, los siglos pasados de la historia socio-política colombiana fueron mucho más violentos que el resiente pero, aun las contiendas y diferencias políticas se siguen generando en los campos y en las ciudades, a tal punto que este fenómeno se ha salido de control, hoy contamos con medio siglo de guerra y conflicto armado.

En medio de la crisis social y política en la que todavía se encuentra Colombia, cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿de qué nos ha servido tanta violencia?, ¿qué ganamos con matarnos? Estos dos interrogantes han de ponernos a todos contra la espada y la pared. Nada ni nadie en el mundo deberían de justificar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, ni legitima ni mucho menos ilegítimamente. Para nuestro caso, la mayor parte de la historia social y política en Colombia, la violencia política y los conflictos armados que se han suscitado han hecho del aparato político un engendro criminal y deshumano con el cual han provocado los más grandes desdenes en el país.

Hay pensadores optimistas, como es el caso del profesor Hoyos, quien piensa que el panorama político en el país ha cambiado. Es incuestionable la idea que la condición humana en Colombia es aquella que la violencia nos ha dado a través de sus manifestaciones, somos lo que la guerra nos ha hecho, pero el impacto que los diferentes conflictos político, más que todo, la violencia política, emanada de todos los ultrajes violentos manifestados en cada pugna socio-política se ven reflejados en la población. Siguiendo el argumento del profesor Hoyos, éste objeta:

No estoy sugiriendo que los vicios de la política tradicional (el gamonalismo, el tráfico de influencias, la compra de votos, etc.) hayan sido totalmente erradicados en Colombia. Existen aún, en mayor grado en las zonas rurales y semirrurales que en las grandes ciudades, y sobre todo allí donde los grupos armados y narco paramilitares se constituyen en fuerzas activas y amenazantes. Pero nadie puede negar que en Colombia ha aumentado de forma sensible el control sobre esas prácticas, y que el voto independiente ha provocado cambios políticos radicales, no solo desalojando el poder a los representantes de los partidos llamados tradicionales (en Bogotá están prácticamente desterrados), sino generando una nueva cultura electoral. (Hoyos, 2008: 117-118).

El argumento de Hoyos muestra un breve cambio que se ha generado en la conciencia política del país en las últimas décadas. Tal cosa es cierta, pero aún encontramos en agrupaciones armadas, movimientos sociales, partidos políticos de caracteres belicosos y ofensivos que ven en la acción violenta el medio por el cual fantasean e intentan llegar al poder político.

Tal vez Hoyos pensará que el Estado colombiano no es un Estado ilegitimo, su tesis se ha de validar cuando él exponga sus razones pero lo que no se puede negar es que todavía persisten manifestaciones violentas con afinaciones políticas.

Todo lo que ha ocurrido en el país, las grandes pruebas por las que hemos tenido que pasar, han subsistido y girado en torno a un gran eje, el cual, es el eje en el que se sostiene el Estado colombiano, la política nacional, la cual ha sido una política homicida, del terror y de la guerra.

En torno a lo que se halla plasmado en esta investigación, y todo lo que en ella descansa me atrevo a lanzar los juicios que me han conllevado a pensar que el mayor impacto que ha causado todo este fenómeno de la violencia política en Colombia es la desconfianza de una sociedad herida y agrietada por el mal servicio que prestan las instituciones políticas. Ello puesto a que el Estado colombiano ha pasado a ser, de un Estado conflictivo envuelto en la guerra y la violencia a un Estado fetichista que busca inducir por todos los medios (publicidad, medios de comunicación, etc.) a que crean en una serie de políticas poco convencionales y lucrativas, en lugar de buscar una salida completamente racional y humanizadora del conflicto armado y de la violencia que aún hoy nos perturba.

Hemos observado que el carácter de la política y en consecuencia, de la sociedad colombiana, se deriva de todo un conjunto de antivalores que en realidad estos se hacen explícitos en el conflicto armado y en toda esta serie secuencial de violencia que el país ha vivido. Los conflictos sociopolíticos del pasado (guerras entre liberales y conservadores, centralistas y federalistas, etc.) y todo este serial de violencia que se ha injertado en la política ha impactado en la misma sociedad, nadie más puede salir afectado en esto sino nosotros mismo.

Las nuevas generaciones heredan de lo político genocidios, magnicidios, crímenes y terrorismo de estado, secuestros y masacres de grupos armados. Todo un impacto negativo, opuesto a los buenos valores, a la sensibilidad y a la dignidad, pero sobre todo a la humanidad de los hombres. Una sociedad formada en prejuicios políticos que afectan a las nuevas descendencias que vendrán. Con relación a lo dicho, Sergio De Zubiría argumenta:

Concentración del poder político para el lucro capitalista y beneficio de lo privado; imposición del bipartidismo y de la violencia sectaria; instauración definitiva de la violencia como representación de lo político; incremento del autoritarismo social, degradación de los fundamentos morales de la acción política; crisis de legitimidad del sistema político (…), profundización y persistencia del conflicto; crisis de representación de los partidos políticos. (Zubiría: 24)

En Zubiría el impacto que ha generado el conflicto armado y la violencia política ha sido negativo. No es una exageración cuando se sostiene la idea de que en Colombia ha habido una degeneración fundamental de los valores. Las organizaciones políticas y armadas con tal de alcanzar sus fines políticos han pasado por encima de los valores, los derechos, la dignidad humana, pero sobre todo, sobre la integridad de los demás. La política ha empleado mecanismos no convencionales los cuales han provocado toda una serie de malos incidentes que muchos ya hemos lamentado.

Las consecuencias del fenómeno de la violencia política aún las vemos y las sentimos puesto que aunque queramos o no hacemos parte de una sociedad que políticamente siempre ha estado mal. Considero que en la vida no hay premios ni castigos, hay consecuencias y un pleno ejemplo de ellos son "cada una de las reformas del siglo XX [que] ha sido la consecuencia de un conflicto y la causa de otro" (Zubiría: 37).

Todo lo que hoy atraviesa Colombia es la consecuencia de los malos manejos con los que se ha trabajado en la acción política. El impacto, las consecuencias que este fenómeno ha causado en todo el país no son para nada alentadoras, o algo de lo que todos los colombianos debemos de estar orgullosos. Nosotros, que hemos actuado mal somos responsables de todo lo que hemos generado, gracias a los odios, diferencias, ideologías, y filosofías políticas, entre otros desmanes. Todo esto es lo que nos ha llevado a tener el Estado-nación que hoy tenemos.

La importancia de la memoria en la violencia política en Colombia

En estas páginas se hallan registradas historias crueles, las cuales se han ejecutado por obra de un verdugo en particular, la violencia. Desde aquellos momentos en que la política se ancló a la violencia desproporcionó toda una serie de contrariedades cuyas consecuencias han sido devastadoras.

La política desde su invención, para el caso colombiano, no le ha sido ajena la idea de ver al sujeto no como una persona sino como un simple ciudadano, como un estricto medio el cual ha manipulado para el logro de sus utilidades. De esta manera es que se ha conferido al hombre en toda la historia socio-política del país, una cosa, un utensilio, a tal punto que la violencia política en la cual se ha hallado Colombia les ha deteriorado la dignidad. Y ¿Por qué motivo? por el motivo de que "la violencia en todas sus manifestaciones es la negación de la dignidad humana. Son los apetitos al poder (…) los que llevan a muchos hombres a convertir al otro en simple instrumento, en simple medio para logro de sus intereses" (Herrera, 2002: 121)

El hacer memoria de todo lo que ha ocurrido en el país a lo largo de los años, el fenómeno de la violencia, las políticas del terror, los vejámenes ocasionados a causa de los conflictos políticos, etc., en cierta medida, no solo es para dignificar víctimas, sino para dar reconocimiento de los errores que se han cometido políticamente. En Colombia los conflictos armados que se han dado han ocurrido debidos a las incongruencias entre los que han militado o militan en un partido o asociación política, ocurre en la mayoría de los casos que algunos de los que militan en dichos partidos o asociaciones políticas son ellos quienes creen poseer la verdad mientras que la filosofía, el ideal, u opiniones del otro no es la verdad. Entonces ocurre un enfrentamiento ideológico el cual tiene a descoyuntarse y pasa de ser una guerra de ideologías a una guerra de luchas cuerpo a cuerpo que atenta contra la mortalidad del sujeto.

El fenómeno de la violencia política en Colombia es traído a la memoria con el objetivo de recordar las insolvencias que se han presentado en la mentalidad del hombre como animal político, quien , bajo una supuesta verdad absoluta de un partido ha sacrificado a miles de vidas, tal como lo plantea Daniel herrera, el cual sostiene que "en convertir en verdades absolutas las ideologías propias de un partido, de una clase social, de un credo, (…), lleva a muchos hombres a sacrificar en sus altares la vida y la dignidad de muchos seres humanos" (Herrera, 2002: 121). Todo esto ha ocurrido en el país. Un claro ejemplo es el que se vivió bajo las ideologías de los partidos Liberal y Conservador quienes ocasionaron una hecatombe que el país no olvida.

La guerra política mas reciente que tenemos en Colombia cumplió para el año de 2014 cincuenta años de operatividad. Un conflicto donde "esos muertos (el 81%) son civiles. La guerra colombiana no ha sido una guerra de combatientes, sino que todos han enfilado sus fusiles contra quienes están desarmados" (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013: 23) y lo grave del caso es que el número de victimización en sí es incalculable, todo por una ideología, filosofía o bandera política. Si nos detenemos y nos preguntamos, ¿Cuál es nuestra responsabilidad en el fenómeno de la violencia política en el país? ¿Qué responderíamos? Tales interrogantes son de antemano una autocrítica que sin duda alguna nos ha de señalar como los únicos culpables de todo lo que ha estado ocurriendo en el país, en este Estado-nación que llamamos Colombia.

La imparcialidad o subjetividad con la que hemos estado tomado y/o hecho política ha sido la peana o causa de la fomentación de la violencia como un fenómeno además de ser político-violento, también es un fenómeno que ha degradado la humanidad misma.

Trayendo el fenómeno de la violencia política en Colombia a la memoria vemos y entendemos que "la violencia es uno de los fenómenos cotidianos que más contribuye al deterioro de la calidad de vida del hombre" (González y Molinares, 2013: 10) y como lo hemos tratado con anterioridad, la violencia política es la fuerza acondicionadora de la vida del sujeto colombiano, es la violencia la que ha degenerado la humanidad de los mismos.

La importancia de la memoria en la violencia política colombiana nos ha de servir como una lección en la cual podemos reflexionar de manera profunda sobre nuestra verdadera historia, una historia de muertes, terrorismo de estado y demás vejámenes lamentables que han ocurrido, y de ante mano, sobre el castigo que han padecido aquellos hombres que bajo su subjetividad han pensado políticamente diferente.

Tras el análisis realizado sobre la inclusión de la violencia en la política colombiana podemos cuestionarnos ¿Cómo se llega a ser tan violento? La respuesta apunta a una dirección si ratificamos en la historia socio-política del país y con cada vida humana avasallada por la violencia. Entenderemos que el sujeto colombiano ha sido violento puesto que ha de obedecer a la lógica del lucro político, el acopio de poder y ello solo termina con la generalización de actos belicoso, en particular con un fin último, la muerte.

La memoria de la violencia en la política colombiana expone claramente la sumisión de unos sobre otros bajo un control absoluto, bajo regímenes políticos infaustos que han disparados los casos más aberrantes de violencia. Y si algo es cierto, es que en Colombia los conflictos se han presentado por el reconocimiento o el acceso al poder político de algunos grupos y sociedades políticas y el sometimiento y/o la abstención de otros grupos al poder. Asimilar el fenómeno político-violento es una tarea difícil, por eso es la importancia de la memoria.

Conclusión

Hemos llegado a la parte final de esta investigación, en este trabajo se halla plasmada la tesis principal que he planteado, y por lo pronto su desarrollo, ello con el fin de demostrar la veracidad de la idea principal, la cual sostiene que en Colombia la violencia política siempre ha estado con nosotros.

Partes: 1, 2, 3
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